Así es como mi relación con la moda cambió de repente

Hace unos años, un día, de repente, ya no pude más, me sentí mal, muy mal y me entró mucha ansiedad. No me gustaba lo que había a mi alrededor, no me gustaba cómo vestía, no me gustaba esa sensación de ir rápido, muy rápido, esa necesidad de tener que comprar algo para seguir yendo a la modapara llegar a ninguna parte

Lo que me pasó en ese instante fue que el tiempo y el espacio se pararon y a mi alrededor volaban prendas ropa, bolsos, zapatos… pero no solo los que había en mi armario, sino los que había tenido durante toda mi vida y también todos esos que estaban en casa de mis padres -abandonados tras mi emancipación-.

Los vi volar, en bandada, y quise que desaparecieran, quise hacer limpieza. En realidad, entendí que tenía que hacer limpieza.

«Cómpralo porque este sí que te va a venir»

Nunca he sido de comprar compulsivamente, jamás me he comprado algo sin meditarlo bastante (¡aunque solo fuera un suéter!)… Incluso cuando mis amigas iban de compras y volvían con las bolsas llenas, yo no me había gastado nada, o quizá algún dinero en algún accesorio que pudiera utilizar.

Efectivamente, un accesorio, porque odiaba (y odio) probarme ropa. ¿El típico tópico de que a las mujeres nos gusta comprar ropa? Vale, pues a mí no, odio comprar, odio probarme pantalones, odio hacer colas y caminar al tuntún para comprarme algo que no sé…

Pese a eso, siempre he tenido la esperanza de que ESE pantalón sería el que me viniera bien: ajustado en la cintura, con la forma de mis caderas y relativamente pegado en las piernas. JAJAJAJAJA. En fin. Quizá con esa ilusión fui comprándome pantalones que luego me venían mal (pero usaba igualmente), o jerséis que me hacían anchísima de cintura (pero me ponía igualmente).

Total, a lo largo de mi vida he ido acumulando ropa y otros objetos que se me aparecieron volando ese día hace casi 3 años: vaqueros horribles, bolsos feos, zapatos que me daba pena tirar aunque tuvieran 15 años, ropa desgastada pero que justitamente me quedaba bien, regalos de gente que en realidad no se había molestado en conocerme…

¿Tú no has llegado a acumular todas esas cosas?

Viva la obsolescencia programada

Luego está ESTE TEMITA. ¿Nunca te ha pasado que se te ha roto una pieza de ropa al día siguiente de comprarla? PORQUE A MÍ SÍ.

Un día me compré unas botas rockeras de Zara, unas botas de 90€ -«Tampoco son tan caras», podrás pensar-, me las puse con un poco de miedo para no mancharlas, etc, bueno, pues se descosieron las hebillas. Ya está, así, plim, magia, descosidas. Me pasó lo mismo con unos calcetines de Calzedonia, me pasó lo mismo con un jersey de Mango y con un pantalón de yoquéséquémarca…

Menos mal que tengo unos padres que me han enseñado la importancia de ARREGLAR las cosas antes de tirarlas. Agotarlas hasta la saciedad, hasta que de verdad se hayan consumido esos euros, ese tiempo y ese esfuerzo que has invertido en esa pieza de ropa.

Eso ha hecho que de manera inconsciente ME GUSTE arreglar la ropa, que aprenda a coser, a remendar y a reparar lo estropeado, o que lo hagan ellos si yo ya no sé, o que me acerque a un zapatero (por ejemplo) si ya es algo más complejo.

Evidentemente al final, cuando se te deshacen LITERALMENTE las suelas de unas zapatillas, o la camiseta se transparenta tras 3 lavados en agua fría o el patrón es una basura… no hay nada más que hacer: el fabricante ha decidido por ti cuándo has de dejar de utilizar esa pieza de ropa y has de necesitar otra.

En el ojo del huracán

Durante años he trabajado para algunas marcas de moda, llevando su comunicación. Conociendo las marcas de tan de cerca, teniendo un poco de acceso a sus entresijos, a veces alucinaba, como usuaria, de ciertas cosas que no podía mencionar, como profesional, por controvertidas.

Yo qué sé, ejemplifico pero captas a lo que me refiero: no mencionar directamente que un vaquero se lava varias veces antes de sacarlo a la venta porque alguien podría venirte a decir en redes sociales por qué se malgastaba esa cantidad de agua, total para darle un tono desgastado al jean.

¿Es necesario ese grandísimo impacto en la naturaleza, en el ser humano, por un color o una textura?
En mi cabeza de profesional externa a la marca de moda rondaba una idea tipo: «¿Por qué no se busca otra tecnología que haga lo mismo pero sin malgastar agua?». EFECTIVAMENTE. ¿Es necesario ese grandísimo impacto en la naturaleza, en el ser humano, por un color o una textura? ¿Es realmente TAN importante? Y si es tan importante, que seguro que sí, ¿no hay nada más que haga lo mismo sin comprometer elementos tan relevantes?

{Si te lo estás preguntando también, querrás saber que en su momento descubrí una empresa valenciana a la que recurren casi todas las marcas del sector, que hace lo mismo pero con láser y sin impacto negativo en la naturaleza, se llama Jeanologia, y me quito el sombrero.}

En todo este proceso de ansiedad tras ver las prendas voladoras que me atosigaban, recordé la Campaña Detox de Greenpeace basada en estudios que demostraban la toxicidad de elementos con los que las grandes marcas hacen su ropa:

¿No te da asco y vergüenza? A mí sí. La verdad. Y se sumó ese asco a cualquier sentimiento malo aquel día que me volaban las piezas de ropa a mi alrededor. Me sentí culpable.

Aunque el top del top del peor sentimiento hacia la moda que pude tener fue cuando el Rana Plaza, un edificio que albergaba 4 fábricas textiles en Savar, Daca, Bangladesh, se desplomó en 2013 porque las medidas de seguridaJAJAJAJAJA. Espera, ¡¡iba a decir que había medidas de seguridad!! Jajajaja, ¡qué locura! ES QUE NO SE CUMPLIÓ NI UNA SOLA.

No hay que dejar que las grandes marcas de moda lleguen a zonas donde vayan a explotar a las personas y al medio ambiente solo porque no pasa aquí al lado
El caso es que mucha gente disculpa a las grandes empresas de moda que subcontratan a compañías para la fabricación de sus prendas porque dicen que no pueden tener el control sobre todo. Pero eso no se puede hacer. A las grandes empresas de moda se les ha de pedir responsabilidad, un conocimiento de su cadena de servicios, de proveedores, un control, una preocupación… Y no dejar que lleguen a zonas donde vayan a explotar a las personas y al medio ambiente solo porque no lo vemos, solo porque no pasa aquí al lado.

Yo miraba mi ropa y me abstraía: pensaba cómo era la vida de esa persona que había hecho mi pijama, quién había recolectado el algodón de mi camiseta favorita o qué vida llevaba el que había tintado mis pantalones azules.

Desgraciadamente no se puede tener la certeza (aun hoy en día) de que lo que una marca de ropa exige a sus subcontratados en países donde se produce su ropa, se vaya a cumplir. Quizá me sentí peor por eso. Porque no alcanzaba a poner una solución a ese tema, era como si no estuviera en mi mano remendarlo (no era lo mismo que llevar a arreglar un zapato)… y todo ese sentimiento dañino siguió sumando.

Menos mal que no soy «Fashion Blogger»… pero casi

Al tiempo salió a la palestra de las redes sociales un programa de la televisión noruega Aftenposten, llamado Sweatshop (Moda barata de la muerte, en español). Es una serie de 5 capítulos en la que se se sigue el viaje de 3 fashion bloggers a Camboya, a visitar las fábricas donde se hace la ropa de sus marcas favoritas, las que ellos recomiendan en sus blogs.

El resultado es impactante y vale la pena verlo…

Ah, eso de «menos mal que no soy fashion blogger» no es en plan «voy a entrar en refriegas con todas las fashionistas de internet», no, no, para nada. Con ello quiero decir que no tengo la responsabilidad de enseñar cada día o cada semana la ropa que llevo, no tengo que mostrar prendas, zapatos, estilos… No he escogido ese camino. Menos mal, porque creo que no podría, sabiendo que al final estaría recomendando indirectamente comprar a empresas en las que la gente sufre tanto.

Pero es que claro, me pasaría con todo, ¿verdad? Pero en eso no pensaba cuando me entró ese ataque, esa ansiedad, ese agobio que os relato. ¡Solo pensaba en cada una de las cosas malas que yo estaba propiciando!

El tema fashion blogger es algo que me ha perturbado siempre, no me es nuevo. No solo porque yo he trabajado con editores de blogs para que prueben o hablen de productos, sino porque yo también escribo un blog (hello, Capitán Obvio). Yo también he probado y recomendado (o no) productos, de tecnología, de moda, de automoción, de maquillaje… ¡Porque a veces sí que me gusta enseñar lo que llevo o lo que me he comprado o valorar un producto!

De hecho puedes ver muchas marcas con las que he colaborado GUSTOSAMENTE aquí, y también he compartido mis looks, puedes verlos aquí.

YO: «Me gusta hacerlo, me gusta compartir todo eso», pero «Madre mía, qué agonía todo, qué agobio de ropa, gente que vive mal por culpa de que yo compro esas marcas, y qué desastre de planeta y qué poco me preocupo» -¿te he contado alguna vez que con mi primer sueldo me hice socia de Greenpeace tras años queriendo serlo?-.

Vengo a decir que me enfrentaba a mí misma, llegué a un punto insostenible en el que los sentimientos se mezclaban y, al final, claro, ¡¡¡BOOOOOOMMMM!!!

BOOM

Evidentemente que explotó y, como te decía al principio de este post-casi-libro, me entró una ansiedad con mi vida… me agobié, me angustié, sentí una presión en el pecho, me ahogaba y quería mandarlo todo a la mierda… Me grité: ¡¡¿¿PERO CÓMO NARICES VOY A GESTIONAR TODO ESTO??!!

Aquí, contándolo tan ricamente, puede que dé una sensación de superficialidad o de bah, tampoco es para tanto que te aseguro que no refleja en absoluto cómo me sentí. Me sentía hundida. Sentía un gran descontrol, me sentí perdida, que todo el mundo juzgaba cualquier cosa que hacía… y que la peor crítica era yo.

Hasta que entendí.

Cómo logré salir de esa *$%&@

Tenía que cambiar algo y empecé por mí
Como ya he dejado bastante claro, sentí que formaba parte de todo ese barullo de cosas pero que no podía seguir así. En parte, por eso me agobié tanto, porque no podía hacer como que no pasaba nada, no podía pasar por alto lo que no me gustaba de lo que me gustaba. Tenía que cambiar algo y empecé por mí.

Como profesional, empecé a interesarme por los temas más complicados de la moda y cómo se podían gestionar para minimizar su impacto negativo: si era una experta del sector, estaría bien completar mi conocimiento con soluciones a problemas a los que la industria se enfrentaba. Además, como comprobé en el posgrado de moda que realicé, hay muchos profesionales que aun no creen relevante que haya explotación laboral o que la industria de la moda destroce el medio ambiente. Pero a los escépticos, os doy un tip: solo con enfocarlo desde un punto de vista económico en el que como empresa, te van a faltar recursos porque te los estás cargando tú misma, ya debería serte importante (queridos colegas, esto no es Expediente X, solo hay que informarse. De nada).

En este punto también entra el de poder informar, generar debate y difundir causas y movimientos que ayuden a generar un conocimiento crítico y tomar conciencia de la problemática que existe que, entre todos, contribuimos a generar y cómo cambiar estas tendencias. Por ejemplo, el otro día estuve charlando en TerritoriMac sobre ello, me gusta mencionar lo que conozco y en lo que colaboro, por si a alguien le interesa.

A nivel personal, como ser humano, intenté disminuir lo que se llama mi huella ecológica, es decir, el impacto que yo, como persona, genero en el Medio Ambiente. Suele ser bastante grande y negativo de primeras, sobre todo en las ciudades, pero de verdad que siendo conscientes de ello se puede reducir. Si se relaciona con la moda, se trata de ser consciente de dónde viene la ropa que nos compramos, cómo se hace, qué implica que tú compres ese jersey y no otro… y, algo muy importante, ser consecuente con las decisiones de compra que realizamos.

Este proceso personal lo vivo (¡estoy en ello!) más críticamente porque es más difícil hacerlo que decirlo pero hay trucos que me sirven para encontrar mi punto de equilibrio. Por ejemplo, al comprar un pantalón primero me informo bien sobre su fabricación, los materiales con los que está hecho y cómo se ha de cuidar (si se lava en frío o qué), también procuro extender su vida útil (arreglar agujeros o descosidos, cortarlo cuando esté roto para hacer otra pieza de ropa), si no sirve para mí intento otros métodos de reutilización (lo vendo en un mercadillo, lo dono en un sitio donde sé seguro que lo necesitan o lo regalo), si ya veo que no se puede sacar más provecho lo convierto en otra cosa (creo un monedero o hago un trapo para casa) y cuando ya no le puedo sacar más jugo, lo tiro en un punto verde específico para reciclaje de tela. Es decir, cierro el círculo.

A esto, a nivel económico se le llama economía circular y es como todas las empresas que producen objetos deberían funcionar. Un ejemplo, una marca de vaqueros llamada MUD jeans utiliza en su confección materias primas orgánicas y produce bajo criterios de equilibro en todo su proceso, además tiene un servicio de alquiler (para la reutilización de sus vaqueros), del mismo modo si se te estropean tiene un servicio de reparación y, además, cuando ya no los quieres y los vas a tirar, los recoge y los recicla totalmente, para reutilizar sus fibras para hacer nuevos vaqueros. PAM. Reducen su gasto y su impacto negativo a la vez. ¿Magia? No. Lógica.

Me podrás decir que entonces se pierden puestos de trabajo pero te voy a decir que no es verdad, porque lo que sucede es que el tipo de trabajo sencillamente CAMBIA, hay nuevos trabajos. Es como cuando se inventaron los ordenadores y la generación de nuestros padres estaba asustada porque la reemplazarían por máquinas… pues mi padre arregla las máquinas que hacen coches, en lugar de hacer coches él directamente con sus manos.

No es que sea fácil, solo digo que hay que adaptarse. Y eso es lo que he hecho yo. O me hundía pensando lo malo que era mi comportamiento y el daño que estaba generando o transformaba mi manera de pensar, me calmaba y lo intentaba ver todo desde un punto de vista más sosegado pero activo.

Y llegamos a la palabra mágica: SOSTENIBILIDAD

Así es como esta historia acaba y cómo empieza mi nueva manera de entender las cosas.

Primero he entendido que lo que hago ahora mismo, esa búsqueda del equilibrio, ya lo llevaba en mi ADN: mis padres me habían enseñado que las cosas no se tiran así como así. Además luego, poco a poco, he descubierto que no solo le puedo sacar provecho yo, sino que puede ser algo que mueva el mundo, vamos, que económicamente conviene… Y, al final, he entendido que no está ahí solo para que la mencionemos de vez en cuando, sino que la sostenibilidad es el futuro porque sin ella no existe ese futuro.

A nivel profesional lo ideal sería poder ayudar a que esto lo entiendan las empresas y pusieran en práctica hábitos para que sus métodos y procedimientos se enmarcaran en la sostenibilidad. Porque las empresas tienen una responsabilidad social. Bueno, todos en realidad.

Si quiero ser fashion blogger por un día, puedo, solo que yo me he reinventado y lo que hago es enseñar mi look con ropa que no es nueva, que tiene un mínimo de 2 años, ropa que ya tengo creando un outfit actual. Si hablo de maquillaje, lo mismo, o escojo marcas que sean amigas del medio ambiente y orgánicas. Gracias al entendimiento de estas problemáticas o por mero snobismo, hay empresas que están apostando por un negocio basado en el cuidado de su entorno y recursos y, así, cada vez es más fácil… pero sigue siendo complicado e insuficiente. (Pista: hay hueco de mercado).

Y, bueno claro, no solo para el blog, para mi vida también. Si compro algo, lo hago bajo criterios de sostenibilidad. Si no puede ser porque es muy complicado o no está a mi alcance, entonces soy muy cautelosa con mi compra y actúo en consecuencia.

Solo es cuestión de utilizar la lógica y de no entrar en pánico. Los extremos no son buenos. Yo lo he pasado muy, MUY mal, ciertamente. Pero sencillamente hay que poner un poco de distancia y hacerlo lo mejor que se pueda, sin martirizarse cuando algo no es completamente sostenible, ser práctica y buscar soluciones… Lo ideal sería que todos hiciéramos un poquito de esto y el cambio sería brutal.

Porque la sostenibilidad no es cara, la sostenibilidad es conveniente.

Lo caro, realmente, es lo que nos va a costar vivir en este Planeta como sigamos así. Pero se puede hacer.

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